Tengo las manos frías, como
siempre, pero no me quejo porque estoy feliz. Hoy será una buena noche, me
encanta el plan al que te he arrastrado -y tú te has dejado arrastrar- , aunque
últimamente todo está siendo una montaña rusa aquí seguimos. Sobrevivimos.
Me
miras y preguntas si quiero tu abrigo; una marinera con los ojales rojos que te
sienta...como te sienta, pero no tengo tanto frio.
En
realidad si quiero que me abrigues, pero que me abrigues tu, que me rodees con
tus brazos y dejes que apoye la cabeza en tu pecho. Porque más que tener frio estoy cansada.
Estoy
cansada de que demos dos pasos hacia delante y tres para atrás, estoy cansada
de tu indecisión, de que si, de que no. Estoy cansada de mi misma y de las
decisiones que tomo.
La
noche empieza con sonrisas y susurros, con guiños y miradas que solo nosotros
entendemos. Estoy más pendiente de tus manos que de la representación, más
atenta a tu cara concentrada, a tu mandíbula apretada, a...y de repente noto
que te vas. Es absurdo, estas junto a mi pero dejas de estarlo. Me he vuelto a
perder.
Me
pierdo en tu juego, me pierdo en tu silencio; que cae de golpe, seco. Te
alejas, te arrepientes, no sé qué piensas, vuelves, y todo esto desde la butaca
de al lado. Te siento en niveles que jamás creí poder sentirte y creo que eso
te asusta, creo que te asusta saber que hemos pasado de conversaciones en las
que te ponías rojo a una conexión más profunda que te obliga a ser vulnerable.
Y te asusta, te asusta desnudarte de esa manera. Y a mí me asusta que creas que
te voy a hacer daño.
Pero
lo cierto es que voy a hacerlo. Porque de golpe he visto en ti nombres del
pasado que no quiero recordar, me he visto a mí, en futuro, y me veía sola. Y
verme así ha sido la respuesta.
Porque
hay etapas para todo y para todos y tal vez lo que necesito es ser yo, yo misma
contra el mundo. Tal vez necesite ser mi propia pareja, mi propia amiga, mi
propio equipo durante un tiempo.
Encontrar
de esta manera el lugar al que pertenezco.
Tal
vez así -tal vez por casualidad- encuentre con quien pertenezco.
O
tal vez lo que encuentre es que no necesito más que pertenecerme.
Aquí y ahora.
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Mi reloj dice que son las 1:29 del 14 de febrero.
Menos mal que nunca he creído en San Valentín.