Cuando muera, porque es una certeza que de aquí no sale vivo
nadie, quiero que esparzan mis cenizas en el océano Atlántico. Porque mi madre
siempre dice que tengo la cabeza bajo el agua y mi abuelo asegura que he sido
más pez que niña.
Pero eso solo es un pequeño detalle. También pueden meterme
en una maleta, las cenizas quiero decir, cualquier otra opción sería muy
macabra, y dejarme en un gasolinera del extranjero. Porque suelo acabar
perdida.
Lo cierto es, que me da bastante igual lo que hagan con lo
que quede de mi. Solo pido que recuerden como me rio, primero sin hacer ruido y
luego a hipidos porque me falta el aire. Que recuerden que me gusta el Cola-Cao
para desayunar y el buen sabor de boca que deja el café después de una gran comida
familiar. Que recuerden mi pelo excesivamente rizado y la peca que tengo encima
de la ceja izquierda. Solo espero que recuerden lo mucho que me gustan los
aviones y las comedias románticas. Pido que recuerden que me muerdo los labios
cuando estoy nerviosa y que que disfruto
hundiendo los pies en la arena mientras leo. Que odio que se mastique el chicle
con la boca abierta y que adoro andar descalza. Que recuerden que siempre voy
acompañada de mis cuadernos porque yo sin escribir no soy. Que me duermo en
posturas raras y que si comparto cama me abrazo a mi pobre víctima.
Aunque, es todo palabrería.
Lo cierto es, que espero que las personas que me sobrevivan
no olviden jamás lo que les hice sentir un sábado a las cuatro de la madrugada
en esta parte del mundo o en la otra mientras con mis ojos rasgados les
susurraba que les quería.
No suelo tardar tanto en publicar, me regaño a mi misma por
tardar tanto en actualizar, intentare que no vuelva a pasar. Muchas muchas
gracias a todos los que comentáis en cada una de las entradas, pero en especial
a todos los que habéis dejado vuestras palabras en la anterior, necesitaba
sentirme acompañada en esta sequia literaria.
Un beso a todos y feliz miércoles.