Y lloro.
Lloro mucho.
Cerrar un libro es decir adiós a personajes que durante
largas horas de lectura han sido compañeros de viaje. Cerrar un libro
despedirse de gente irreal a la que has querido y que por culpa del escritor querrás
siempre. Cerrar un libro es haberte convertido en una persona nueva al guardar
los secretos y lecciones de esos nuevos amigos que no vas a ver más.
Parecerá ridículo, pero yo voy a echar de menos a la señora
Michel y a su gato León, a Paloma al señor Kakuro y a Manuela, incluso voy a
añorar a la ridícula de Colombe Josse. Estos personajes de Muriel Barbery me
han hecho aprender, plantearme ideas y filosofar. A través 364 hojas de
deliciosa lectura he viajado a Paris, a un edificio de ricos y pobres donde
casi todos están ciegos, ciegos por no saber ver las camelias sobre el musgo.
Y cualquiera que me lea pensara que me he trastornado. ¡Finalmente!
Pero no, solo estoy dedicando una entrada al libro más delicioso y bello que he
leído jamás.
Odio a Muriel Barbery y a su dichosa novela. “La elegancia
del erizo” es Arte, y el Arte es vida,
pero con otro ritmo.
“Esos días uno necesita
desesperadamente el Arte.”
“Wabi significa
<<una forma desdibujada de lo bello, una clase de refinamiento disfrazado
de rusticidad>>”
“La eternidad: ese invisible
que contemplamos.”